El progreso como valor implica mejorar constantemente y avanzar hacia la realización de las metas. Es también ser capaz de renunciar a las metas obsoletas e innovar.
No es exigir/se responder a un ideal de perfección. El ideal de perfección por definición, por ser justamente «ideal» no es «real», nunca puede ser satisfecho y es siempre frustrante. El juez perfeccionista que habita adentro nuestro nos lastima, y si lo tomamos demasiado en serio, podemos transformarnos en víctimas de nuestros propios pensamientos.
Progreso es disfrutar cada paso, dar lo máximo en cada momento, libres de culpas y autoreproches.