Esto llevado al día a día, hay dos reacciones básicas ante el vacío:
Horror vacui
Sentimos horror ante el vacío porque es aquello de lo que no podemos disponer ni dominar. Cuando la respuesta a este miedo consiste en intentar llenarlo todo, creamos una ilusión de seguridad que luego se transforma en una cárcel de repetición. De allí se derivan los hábitos compulsivos como la saturación de información, la actividad frenética, las adicciones y casi todos los dramas humanos.
Benedicto vacui
Cuando aceptamos la incertidumbre y tenemos el coraje de saltar al abismo de lo desconocido, se abre el vacío como terreno fértil para la creatividad y la libertad. Allí la vida deja de ser una aventura incomprensible para transformarse en una bendición: el vacío se llena de gratitud.